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Un gigante de la pedagogía «San José de Calasanz»

José Calasanz nació el año 1557 en Peralta de la Sal, una población española de habla catalana situada en la región de Aragón, en las proximidades de Cataluña.

En 1571 se traslada a la próxima ciudad de Lleida, donde se encontraba la universidad más prestigiosa de la antigua corona de Aragón.

Después, siguió cursos de teología en las universidades de Valencia, Alcalá de Henares y nuevamente en Lleida, donde obtuvo el título de doctor.

La preocupación por los pobres y los desfavorecidos ya se manifestó en sus años de juventud en España, cuando creó una fundación en Claverol que todos los años distribuía alimentos a los pobres de aquella localidad.

3 En l597, conmovido por la pobreza y la degradación moral en la que vivían numerosos niños romanos, funda en la iglesia de Santa Dorotea del Trastévere la primera escuela pública, popular y gratuita de la edad moderna en Europa, la primera Escuela Pía.

En l600 introduce la Escuela Pía en el interior de Roma, y poco después tiene que hacer ampliaciones para poder acoger a los numerosos alumnos que llegaban de todas partes.

En 1631 funda el colegio de Mikulov en Moravia y poco tiempo después, en ese mismo país, los colegios de Stráznice y Leipnik.

En 1638, recordando su vinculación juvenil con las tierras de Lleida, Calasanz intenta una fundación en Guissona, la primera que se hacía en España, pero ésta no llegará a consolidarse debido a la guerra que estallaría dos años después4 .

Calasanz y Galileo

Para comprender cabalmente la personalidad de José Calasanz, es conveniente hablar de sus relaciones con un gran científico contemporáneo: Galileo Galilei (1564-1642). Ambos fueron coetáneos y vivieron y sufrieron parecidas circunstancias. Los dos grandes hombres de la pedagogía y de la ciencia se conocían, se trataban y se tenían mutuo respeto y consideración. En sus vidas hay no pocos paralelismos. El primero de ellos es que ambos defendieron la enseñanza de las matemáticas y de la ciencia, lo que resulta natural en un hombre de ciencia, pero no tanto en un pedagogo de aquel tiempo. Cuando se analiza la obra pedagógica de Calasanz, resulta sorprendente su interés constante por la enseñanza de las matemáticas. En una época en que los estudios humanísticos tenían la máxima vigencia, sin olvidar esas tendencias generales, él intuyó la importancia futura de las matemáticas y las ciencias, de ahí sus continuas recomendaciones para que se cultivasen en sus escuelas y para que se profundizaran en la formación de sus maestros. En relación con las matemáticas y con Galileo, hay que recordar que algunos escolapios distinguidos fueron fervorosos discípulos del gran hombre de ciencia y que compartieron y defendieron sus concepciones cosmológicas, que tan controvertidas y revolucionarias resultaban entonces. Recordemos que el modelo cosmológico galileano, que seguía los planteamientos de Copérnico y de Kepler, entraba en contradicción con el modelo ptolomeico que había estado vigente durante toda la Edad Media, lo que valió a Galileo un proceso de la Inquisición en el que fue sancionado y obligado a retractarse.

En relación a ese hecho, hay que destacar que, pese a que Galileo había caído en desgracia y había sido sancionado por los inquisidores, Calasanz ordenó que los miembros de su congregación le prestasen toda la ayuda necesaria y permitió que los escolapios continuasen como alumnos a su lado, recibiendo sus enseñanzas matemáticas y científicas. Así pues, es justo reconocer que, con respecto a Galileo, José Calasanz y los escolapios mantuvieron una posición valiente y digna que les honra. Es éste un episodio poco conocido que pone de relieve la amplitud de miras de nuestro gran pedagogo.

La defensa y la ayuda que los escolapios prestaron a Galileo fue utilizada por los enemigos de Calasanz y de su obra. Una denuncia presentada ante el inquisidor de Florencia, referida al escolapio Francisco Michelini, que sería el sucesor de Galileo en la cátedra de matemáticas, decía:
El P. Francisco Michelini de las Escuelas Pías tiene por doctrina verdaderísima y enseña públicamente que todas las cosas están compuestas de átomos y no de materia y forma, como dice Aristóteles y todos los demás. Sostiene también que la tierra se mueve y el sol está quieto, teniendo por cierta esta doctrina y otras del señor Galileo, hasta el punto de estimar todas las demás por falsas y nulas y declararse enemigo de Aristóteles llamándole ignorantísimo, mientras tiene al señor Galileo por oráculo, por oráculos sus opiniones, y ensalza al dicho señor Galileo a primer sabio del mundo con otros títulos magníficos y de encomio.

A pesar de esos ataques, los escolapios no dejaron de ayudar a Galileo y siguieron siendo fervorosos discípulos suyos. Cuando el gran hombre de ciencia, en l637, ya anciano, quedó completamente ciego, un escolapio, Clemente Settimi, por orden de Calasanz se puso a su servicio como secretario, tal era la consideración y el aprecio que sentía hacia él. Sus órdenes al rector del colegio de Florencia son claras: “y si por acaso el señor Galileo pidiese que alguna noche quedase con él el P. Clemente Settimi, concédaselo y Dios quiera que sepa sacar el provecho que debería”.

En Florencia los escolapios llegaron a dirigir una prestigiosa Escuela Superior de Matemáticas que fue muy importante en la formación de sus maestros. Igualmente en Roma, Génova, Nápoles y Podolín hubo importantes centros de enseñanza matemática dirigidos por escolapios que habían sido todos ellos discípulos de Galileo Galilei. Entre sus profesores y alumnos muchos serían después grandes hombres de ciencia.

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